La performance como herramienta de activismo social

El arte de performance no es solo una expresión artística; también es una herramienta de transformación social que permite visibilizar injusticias, movilizar comunidades y provocar cambios. Desde la denuncia de la violencia de género hasta el cuestionamiento de los sistemas de poder, la performance ha sido fundamental en los movimientos activistas de los siglos XX y XXI.

La performance como denuncia: una plataforma para la resistencia

La relación entre performance y activismo social tiene sus raíces en los movimientos de los años 60 y 70, cuando artistas comenzaron a utilizar sus cuerpos como un medio de protesta. En décadas recientes, esta tradición ha evolucionado para incluir perspectivas interseccionales, abordando temas como género, raza, migración y medioambiente.

Una obra destacada es Tierra (2013) de Regina José Galindo, en la que la artista camina desnuda mientras una excavadora cava alrededor de su cuerpo, simbolizando la violencia y el despojo de tierras que sufren comunidades indígenas en Guatemala. Este acto confronta al espectador con la crudeza de la explotación de recursos y de personas, transformando una cuestión política en una experiencia profundamente visceral.

Regina José Galindo, Tierra (2013). 

Otro ejemplo es Santiago Sierra, quien trabaja con el cuerpo y el espacio público para denunciar las dinámicas de poder en el capitalismo. En 250 cm Line Tattooed on 6 Paid People (1999), contrató a trabajadores en condiciones de precariedad para tatuarles una línea negra en la espalda, visibilizando cómo la explotación laboral se convierte en una marca indeleble en las vidas de los oprimidos.


Santiago Sierra, 250 cm Line Tattooed on 6 Paid People (1999).

El cuerpo como campo de resistencia: performance queer y feminista

El cuerpo ha sido una herramienta política clave en la performance, particularmente en obras que cuestionan los roles de género y la normatividad.

Cassils, unx artista transgénero, utiliza su cuerpo como medio de exploración y resistencia. En Becoming an Image (2012), destruye un bloque de arcilla en la oscuridad mientras es fotografiadx, una metáfora de la lucha por la visibilidad de las identidades queer. Su trabajo aborda la violencia física y simbólica que enfrentan las comunidades trans, convirtiendo su cuerpo en un campo de batalla político y estético.


Cassils, Becoming an Image (2012).

En la misma línea, María Teresa Hincapié, una de las figuras más destacadas de la performance en Latinoamérica, exploró la espiritualidad y la cotidianidad como actos políticos. Su obra Una cosa es una cosa (1990) consistía en transformar tareas domésticas en una acción ritualizada que cuestionaba el papel de la mujer en la sociedad patriarcal. Esta pieza no solo reivindica lo cotidiano como arte, sino que también invita a reflexionar sobre las estructuras invisibles de opresión que rigen nuestras vidas.


María Teresa Hincapié, Una cosa es una cosa (1990).

Activismo en la era digital

En el siglo XXI, la tecnología ha transformado el activismo y la performance, permitiendo nuevas formas de interacción y protesta. Artistas como Amalia Ulman han utilizado plataformas digitales para crear performances que critican las normas de consumo, identidad y estética.

En Excellences & Perfections (2014), Ulman diseñó una narrativa ficticia en Instagram donde representaba diferentes estereotipos femeninos para reflexionar sobre cómo las redes sociales moldean la percepción de la identidad. Su obra es un ejemplo perfecto de cómo la performance puede infiltrarse en espacios cotidianos para generar reflexión.


Amalia Ulman, Excellences & Perfections (2014). 

El arte como catalizador de cambio

El poder de la performance radica en su capacidad para impactar emocionalmente a los espectadores y abrir espacios de diálogo y reflexión. Al utilizar el cuerpo como herramienta política, los artistas generan un discurso que trasciende las palabras, conectando a la audiencia con realidades que, de otra manera, podrían pasar desapercibidas.

En un mundo cada vez más conectado pero también más desigual, el arte de acción continúa siendo un faro para el cambio social, demostrando que el cuerpo es, en esencia, un arma revolucionaria.

 


Fuentes consultadas

  1. Museo de Arte Contemporáneo de Castilla y León (MUSAC). (2013). Tierra: Regina José Galindo.
  2. Smithsonian American Art Museum. (2018). Queer Performance Art: Cassils and Political Resistance.
  3. Tate Modern. (2021). Digital Art and Activism: Amalia Ulman.
  4. Archivo Fundación Hincapié. (2015). María Teresa Hincapié: Retrospectiva.
  5. Performance Studies International. (2020). Performance and Activism: Contemporary Perspectives.

 

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